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El estrés crónico daña el cerebro: memoria, emociones y decisiones en riesgo, según la antropóloga Izanami Martínez

22 de abril de 2025 – ¿Te cuesta concentrarte, recordar cosas simples o tomar decisiones cuando estás bajo presión? No es casualidad. Según la antropóloga y experta en neurociencia Izanami Martínez, el estrés crónico provoca daños reales y medibles en el cerebro, afectando estructuras clave como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.

“El estrés es la cronificación de estados de alerta diseñados para durar solo minutos”, explica Martínez. Cuando ese estado se prolonga durante meses o años, no solo afecta nuestra salud mental: modifica físicamente el cerebro.


Cambios físicos y funcionales en el cerebro

Entre los efectos más graves, la experta destaca:

Además, el estrés crónico reduce la neurogénesis (la creación de nuevas neuronas) y altera la producción de neurotransmisores como la serotonina, impactando directamente en el estado de ánimo y el equilibrio emocional.


“El cerebro también enferma”

Martínez subraya una idea contundente: “A nadie le sorprende que los pulmones enfermen tras 15 años de fumar. El cerebro, como órgano, también se deteriora si vive en estrés constante.”

En casos graves, incluso se pueden observar daños estructurales en resonancias cerebrales, similares a los que presenta una persona con trastorno de estrés postraumático.


Ansiedad, depresión y malas decisiones

El estrés sostenido puede derivar en ansiedad, ataques de pánico y, en fases más avanzadas, depresión. También afecta directamente nuestra capacidad de tomar decisiones: bajo presión, tendemos a actuar de forma impulsiva, egoísta y poco racional.

Estudios científicos han confirmado que el estrés disminuye la claridad para evaluar riesgos, afecta la regulación emocional y altera la memoria de trabajo.


¿Se puede revertir el daño?

La experta reconoce que la recuperación total no siempre es posible, pero sí se puede prevenir y detener el deterioro. Claves como la seguridad emocional, las relaciones sanas, la espiritualidad y prácticas como la gratitud diaria pueden fortalecer la neuroplasticidad y ayudar a restaurar el equilibrio cerebral.


Conclusión: Vivir en modo supervivencia no es sostenible. El estrés crónico no solo nos agota: puede cambiar, dañar y limitar nuestro cerebro. Prevenirlo es más que una opción, es una necesidad para proteger nuestra salud mental y cognitiva.

La Gaceta Yucatán—Redaccion.

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