En el corazón de Yucatán, donde la tradición se entrelaza con el amor familiar, el Día de las Madres no es solo una fecha en el calendario: es una celebración profunda del alma que sostiene nuestros hogares. Cada 10 de mayo, las calles se visten de flores, los altares se adornan con recuerdos, y los corazones se llenan de gratitud hacia esas mujeres que han tejido nuestras vidas con manos fuertes y corazones infinitos.
Aquí, en nuestra tierra maya, ser madre es ser raíz. Es levantarse antes del sol para preparar los tamales colados, es enseñar el valor de la palabra dada, es abrazar en silencio cuando no hacen falta las palabras. En Yucatán, mamá no solo cría: cultiva, guía y ama con una ternura que sobrevive al tiempo.
No hay mayor símbolo de amor que una abuela preparando su receta de relleno negro mientras sus nietos corretean alrededor. No hay mayor fuerza que una madre yucateca que, con su huipil bordado, enfrenta el mundo para asegurar que a sus hijos nunca les falte el pan ni el cariño.
Este Día de las Madres, no basta con flores o palabras bonitas. Honremos su legado con actos, con presencia, con respeto. Que nuestras madres no solo escuchen que las amamos, sino que lo sientan en cada gesto. Porque el amor de una madre yucateca es eterno: nos arropa de niños, nos impulsa de adultos, y nos acompaña incluso cuando ya no están físicamente con nosotros.
A todas las mamás de Yucatán: gracias. Gracias por su lucha silenciosa, por su sabiduría heredada, por su amor incondicional. Hoy y siempre, son ustedes el alma viva de esta tierra.
Feliz Dia.
La Gaceta Yucatán–Redacción.