Por La Gaceta Yucatán
Ya de plano se saltaron el verano y las Fiestas Patrias en los supermercados Soriana con la venta de pan de muerto en pleno verano, pero por si eso fuera poco, los chefs de la marca del retail se atrevieron a mezclar sabores que poco a nada tienen que ver con ese producto tradicional del festejo de Fieles Difuntos en México.
Estos ‘innovadores’ sabores del pan de muerto, que van desde el chocolate Hershey’s -que podría ‘tolerarse’ si consideramos que es chocolate-, pasando por cookies and cream y hasta blueberry y queso, la cocina del supermercado más mexicano, por cierto, heredero de la marca Comercial Mexicana, prácticamente cambió el tradicional sabor a naranja y flor de azahar, por lo que hoy podría llamarse ‘gourmet’.
Hasta ahora, al menos en Yucatán, la venta de pan de muerto con sabores ‘adicionales’ se limitaba a rellenarlos de chocolate, cajeta o queso crema; a veces hasta se podían encontrar fresas, pero ahora, lo han mezclado hasta con frutas como guayaba y ‘experimentaron’ con ingredientes que ya habían ‘saltado’ a muchos otros productos -frapés o helados-, como las galletas Oreo o chocolate Bubulubu.
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Más allá de este signo de la transculturación, el precio también ‘se antoja’ polémico, pues ronda los 28 pesos por unidad, un costo elevado si se compara con las piezas de panaderías tradicionales que cuando ya están por arriba de los pesos se consideran caras.
El origen del pan de muerto
De acuerdo con información publicada por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), antes de la llegada de los españoles se horneaba en algunas regiones de México el ‘pan de mariposa’ o papalotlaxcalli, que en realidad era una tortilla que se decoraba con un sello en forma de este insecto. Este alimento formaba parte de las ofrendas a los muertos, entonces en honor a la diosa Cihuapipiltin, dedicada a las mujeres que fallecían en su primer alumbramiento.
El INPI refiere que las ofrendas incluían panes de formas diferentes como mariposas o rayos (xonicuille), una mezcla de amaranto y pan ázimo -hecho de maíz seco y tostado- al que llamaban yotlaxcalli.
Según una publicación de la revista National Geographic, en España se encuentra un ‘antecedente’ del pan de muerto mexicano, en ese caso llamado panes de ánimas, que ya no sólo se preparaban sino que se bendecían para las ofrendas de seres queridos, durante el Día de Todos los Santos o el de Fieles Difuntos.
También señala que el pan de muerto puede variar según el estado en donde se elabore, y menciona precisamente que en Yucatán un elemento ‘diferente’ es el queso crema, como se menciona al principio. En el caso de entidades como Puebla, se le añaden semillas de sésamo; en Oaxaca, la decoración es como si fuera un alfeñique, mientras que en la Ciudad de México, lo habitual es cubrirlo de azúcar y, en algunas ocasiones, ponerle chocolate de relleno.
La versión de la Universidad Tamaulipeca es un tanto más cruda: asegura que el pan de muerto tiene su origen en los aztecas, quienes, como una ofrenda divina, arrancaban el corazón de sus doncellas para luego meterlo a vasija repleta de amaranto, para que el ‘oficial de la ceremonia se comiera’ parte de la víscera. Luego, con la sangre demarrada, se amasaba amaranto molido y tostado
La historia del pan de muerto tiene origen desde la época precolombina, en donde los aztecas, para dar una ofrenda a sus dioses, arrancaban el corazón de una doncella, para posteriormente meterlo en una vasija llena de amaranto, y que de esta forma el oficial de la ceremonia comiera una parte del corazón. No fue sino hasta la Conquista, que los españoles que el postre ‘adquirió’ una receta lo más parecido a la actual, con harina de trigo en forma de corazón espolvoreado con azúcar ‘pintada’ de color rojo.