La designación de Pablo Gómez como comisario para la reforma político-electoral no es un movimiento técnico ni democrático: es una advertencia. Con este nombramiento, el régimen de la autodenominada “Cuarta Transformación” revela su intención más oscura: desmantelar el pluralismo y construir un aparato electoral a la medida del partido en el poder.
Lejos de buscar mejorar las instituciones, la propuesta de reforma representa una regresión autoritaria, con ecos del estalinismo. Gómez, un operador ideológico sin filtros, no simula diálogo ni busca consensos. Confronta, descalifica y pontifica, como quedó en evidencia en su reciente entrevista con Hernán Gómez Bruera. El mensaje es claro: la democracia debe subordinarse a la verdad única del partido hegemónico.
Una “democracia popular” sin ciudadanos ni pluralismo
El proyecto obradorista parte de una premisa peligrosa: la democracia existente ha sido una farsa. Aunque fue este mismo sistema el que los llevó al poder, ahora se busca sustituirlo por una “auténtica democracia popular”, una forma de gobierno que no reconoce límites institucionales, ni división de poderes, ni rendición de cuentas.
Para el régimen, el ciudadano como sujeto político desaparece. En su lugar se impone el concepto difuso del “pueblo”, una masa abstracta —heredera del “proletariado” marxista— que legitima cualquier acción del partido en el poder. En este modelo, la alternancia se convierte en traición, y el ejercicio del voto se vuelve irrelevante.
Una mayoría artificial: el espejismo del 73%
Pablo Gómez sostiene que Morena tiene mayoría en la Cámara de Diputados. Falso. Morena obtuvo el 40.84% de los votos. Sin embargo, gracias a una interpretación cuestionable de la ley y su coalición con PVEM y PT, se aseguró el 73% de los escaños. Esta sobrerrepresentación burla el principio democrático de equidad en la representación y refleja la urgencia de una reforma en sentido contrario al que se pretende imponer.
Desde 1963, las reformas electorales han buscado fortalecer la representatividad y el poder ciudadano. La propuesta actual lo revierte todo: subordina al INE al gobierno, como ya ocurrió con la Corte, y pone fin a la autonomía de las autoridades electorales.
¿Aprobación imposible? Los aliados podrían romper filas
Para que la reforma prospere, el régimen necesita los votos de sus aliados: el PT y el PVEM. Sin embargo, aprobar una reforma que podría marginarlos del sistema político sería firmar su sentencia de muerte. Aunque han sido leales al oficialismo, una ruptura no es descartable.
Las palabras del coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, lo confirman: no hay consenso. Algunos interpretaron sus declaraciones como una rebelión, pero en realidad reflejan una cruda realidad legislativa: con menos del 41% de los votos, Morena no tiene legitimidad para imponer una nueva hegemonía constitucional.
La Gaceta Yucatán—Redacción.