- La presidenta Claudia Sheinbaum califica el cierre de la actual Suprema Corte como el fin del privilegio judicial, pero sus declaraciones revelan el avance de un proyecto que busca reconfigurar políticamente al máximo tribunal.
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A un día de que se realizara la última sesión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en su configuración actual, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo lanzó un mensaje que ha encendido las alarmas en círculos judiciales, políticos y académicos: “Se termina una era de nepotismo en el Poder Judicial”.
Durante su conferencia matutina del 20 de agosto, la jefa del Ejecutivo afirmó sin rodeos que el actual Poder Judicial “servía a unos cuantos” y estaba basado en “amiguismos y nepotismos”, pese a que durante tres décadas se construyó un sistema de carrera judicial con controles técnicos y normativos.
“Supuestamente era una carrera judicial, pero si más de la mitad eran amigos, hermanos, primos… evidentemente no funcionaba esa carrera”, acusó.
Estas declaraciones, realizadas tras la sesión de despedida del Pleno de la Corte —presidida por la ministra Norma Lucía Piña Hernández—, evidencian no solo un cambio institucional, sino el avance de un proyecto de reconfiguración total del Poder Judicial, promovido desde el Ejecutivo federal.
Una nueva Corte bajo control político
Con la reforma judicial impulsada por el oficialismo y aprobada en septiembre de 2024, los ministros actuales dejarán su cargo el 31 de agosto. En su lugar, llegarán ministros y jueces electos por voto popular, en un proceso organizado por el mismo aparato electoral del Estado.
La presidenta Sheinbaum no ocultó su respaldo al ministro electo Hugo Aguilar Ortiz, quien encabezará el nuevo Pleno a partir del 1 de septiembre, y con ello, el inicio de lo que llamó “una nueva era”:
“Va a ser mejor, de eso no tengo la menor duda”, aseguró.
Sin embargo, detrás de este discurso de renovación se esconde una inquietante acumulación de poder en el Ejecutivo, ahora con un brazo más: el Judicial.
¿Reforma o captura institucional?
La narrativa del fin del nepotismo ha sido una bandera central del gobierno para justificar una reforma sin precedentes que elimina los contrapesos tradicionales del Estado mexicano. Especialistas y voces críticas han advertido que, lejos de democratizar la justicia, la medida busca alinear al Poder Judicial con los intereses del partido gobernante, debilitando la independencia de jueces y magistrados.
“Esta no es una limpieza de corrupción, es una purga política con el disfraz de justicia popular”, ha advertido recientemente un grupo de constitucionalistas de la UNAM.
La propia ministra Norma Piña, durante su discurso final en la SCJN, dejó entrever su preocupación por el futuro de la justicia en México, al señalar que la historia será quien juzgue a quienes han juzgado y que la Constitución no debe ser tratada como un libro viejo, sino como un pacto vivo.
La duda que persiste: ¿quién juzgará a los nuevos jueces?
La reforma plantea que los nuevos ministros serán electos por votación directa, pero no está claro cómo se garantizará su autonomía frente al poder que los promueve. En un país donde la maquinaria electoral ya enfrenta fuertes cuestionamientos por su imparcialidad, el riesgo de tener un Poder Judicial subordinado al Ejecutivo crece cada día.
Y mientras Sheinbaum asegura que se cierra una etapa de privilegios, muchos observan el nacimiento de una etapa de control político del sistema judicial, bajo la promesa de moralización pero con herramientas de consolidación autoritaria.
Lo que viene
- 31 de agosto: Salida oficial de todos los ministros actuales de la SCJN
- 1 de septiembre: Toma de posesión del nuevo Pleno encabezado por Hugo Aguilar Ortiz
- Nueva estructura: Ministros, magistrados y jueces electos en votación popular
- Riesgo: Pérdida de independencia judicial y subordinación al Ejecutivo
El discurso de Claudia Sheinbaum puede representar, en apariencia, un golpe al nepotismo judicial. Pero cuando el Ejecutivo define quién debe irse, cómo se elegirá a los nuevos jueces, y declara públicamente que “será mejor” sin lugar a dudas, lo que está en juego no es solo la justicia: es la democracia misma.
La Gaceta Yucatán—Redacción.