- El nuevo líder de la Iglesia católica tiene profundas raíces en América Latina y una historia marcada por la justicia social, la misión y el servicio a comunidades marginadas en Perú.
La plaza de San Pedro estalló en vítores incluso antes de que su nombre fuera anunciado. “¡Viva el Papa!” gritaban miles de fieles mientras el cardenal Robert Prevost, de 69 años, asomaba desde el balcón para presentarse al mundo como el nuevo papa León XIV, el número 267 en ocupar el trono de San Pedro.
Nacido en Chicago pero forjado en el Perú, Prevost es el primer estadounidense en alcanzar el pontificado, aunque en muchos círculos eclesiales se le considera también un cardenal latinoamericano. Su historia personal y pastoral está profundamente ligada a América Latina, especialmente a las comunidades más necesitadas del norte peruano, donde vivió, sirvió y dejó huella durante más de dos décadas.
De Chicago al Perú, con corazón agustino
Robert Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, en el seno de una familia católica con raíces francesas y españolas. Desde joven mostró vocación religiosa: fue monaguillo, ingresó a los Padres Agustinos, estudió Matemáticas en la Universidad de Villanova y luego Teología y Derecho Canónico en Roma, donde se doctoró en 1987.
Ese mismo año fue nombrado director de vocaciones de su congregación en Illinois, pero al poco tiempo fue enviado a Perú, donde su vida tomaría un rumbo definitivo. Allí, en Trujillo, trabajó como misionero y formador de jóvenes agustinos en zonas remotas como Chulucanas, Iquitos y Apurímac.
En su primer discurso como papa, emocionado y en perfecto español, dedicó un mensaje especial “a mi querida Diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo…”.
Pastor entre los pobres: legado en Perú
A los 33 años, Prevost se trasladó a Perú, donde se nacionalizó y asumió numerosos roles en la Iglesia local: fue párroco, docente de seminario, juez eclesiástico, prefecto de estudios, y lideró el seminario agustino de Trujillo durante una década. En 2014 fue nombrado obispo de Chiclayo y, más tarde, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana.
Durante su ministerio en el país sudamericano, trabajó estrechamente con comunidades excluidas y mostró especial preocupación por los migrantes venezolanos. “Era una persona sencilla, que se desvivía por los demás”, recuerda Jesús León Ángeles, líder católico en Chiclayo.
Entre 2020 y 2021 fue administrador apostólico del Callao y, en 2023, el papa Francisco lo convocó a Roma para asumir la prefectura del Dicasterio para los Obispos y la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina.
Un pontífice para la continuidad
La elección de Prevost no sorprende si se considera que el 80% de los cardenales electores fueron nombrados por Francisco. El nuevo papa es visto como una figura de continuidad con las reformas impulsadas por su predecesor: una Iglesia más cercana, socialmente comprometida y con mirada global.
Prevost ha cultivado vínculos fuertes con la Iglesia latinoamericana y ha mostrado sensibilidad hacia temas como la justicia social, la migración y la necesidad de una Iglesia sin muros.
Aunque su diócesis en Perú fue tocada por las investigaciones sobre abusos, no hay evidencias de que haya encubierto casos, y ha mantenido una postura de transparencia.
Desafíos del papado de León XIV
El papa León XIV inicia su pontificado en un mundo convulsionado, con una Iglesia que enfrenta retos internos y externos: la crisis de abusos, la secularización creciente, las tensiones doctrinales y la necesidad de renovar la confianza de los fieles.
En sus primeras palabras como pontífice, Prevost evocó al papa emérito Francisco y llamó a caminar “unidos y de la mano de Dios”. Su elección marca un hito: el primer papa estadounidense con el alma sembrada en el Perú, enraizado en el Evangelio y en la realidad de los más pobres.
La Gaceta Yucatán—Redacción.